El debut de la Selección en Estados Unidos fue con una igualdad sin goles ante la Bicolor, en Arlington. Fue la presentación más baja de Chile al mando de Gareca. No logró destrabar un encuentro marcado por las interrupciones y las imprecisiones. Ahora viene Argentina, el próximo martes.
Llegó la hora de la Copa América para la selección chilena. Se acabaron los ensayos. El impresionante AT&T Stadium de Arlington, Texas, fue el escenario del primer partido oficial de Ricardo Gareca al mando de la Roja. Nada menos que ante Perú. El Clásico del Pacífico dejó poco. Terminó siendo un pobre empate sin goles, por el grupo A de la competencia, en la presentación más baja del Equipo de Todos al mando de su nuevo estratega.
Esa renovada ilusión que ha generado la Selección tras el arribo del Tigre había que encausarla en el estreno. Básicamente, ratificar las buenas sensaciones dejadas en los amistosos en un juego por los puntos, más aun con un rival directo por una plaza en la próxima Copa del Mundo (el verdadero foco). En esa dirección, Gareca ratificó la base que venía trabajando. Hubo un solo cambio respecto a la victoria sobre Paraguay en el Estadio Nacional: Paulo Díaz por Matías Catalán.
No fue fácil el cotejo porque la propuesta de la selección peruana de Jorge Fossati fue ir al choque, apostar por la refriega antes que adueñarse de la pelota, en el afán de neutralizar al rival. El longevo DT uruguayo ha implementado un esquema distinto al que tenía Perú con Gareca, con tres en el fondo y poblar el mediocampo. La sorpresa fue con la presencia de Luis Advíncula en la banda izquierda, con el perfil cambiado. La apuesta no resultó, porque el jugador de Boca duró 35 minutos en la cancha. Fue cambiado por Marcos López, el natural lateral zurdo.
La tónica del enfrentamiento fue la interrupción constante. Costó que el juego fluyera. Mucho. Las dosis de claridad fueron breves, de lado y lado, mientras que las infracciones se multiplicaban. Chile fue de menos a más en los primeros 45′. El inicio fue incómodo, perdiendo el balón rápidamente, ante un Perú que copaba los espacios y que no presionaba tan alto. Paulatinamente, la Roja se fue acomodando y tomó la manija de las acciones.
La primera opción chilena fue clarísima. En los 15 minutos, Alexis Sánchez se lo perdió debajo del arco de Gallese. La tiró por arriba. El tocopillano, el encargado de ser el núcleo ofensivo de la Selección, merece un párrafo aparte, más allá de la ocasión desperdiciada. Se le vio exaltado, algo irascible e individualista. También discutió con el árbitro brasileño Sampaio, ante algún cobro que le generaba duda. En la segunda mitad, asomó poco y nada, hasta que recibió amarilla por reclamar.
Comparándose con la competencia “hermana” (la Eurocopa), lo sucedido en el estadio de los Dallas Cowboys era otra disciplina. Por lo excesivamente interrumpido, más un ida y vuelta en su mínima expresión, se hacía complejo de seguir. Perú apeló al juego brusco y le resultaba. Mientras, Claudio Bravo entibió las manos en los 43′, atajando un cabezazo de Araujo. El meta de 41 años se convirtió en el primer jugador nacional en disputar siete Copas América (desde 2004 a la fecha, con la excepción de 2019). Su desempeño lo erigió como el punto más destacable.