Las vacaciones son para descansar y desconectarse. Pero cuando el colegio ha quedado atrás y se cuenta con más tiempo libre, muchos padres no saben cómo entretener a sus hijos. Con más de dos meses lejos de clases, la preocupación de algunos adultos se centra en que no olviden lo aprendido durante el año. ¿Darles tareas es la mejor opción para mantenerlos ocupados? ¿O es preferirle hacer una pausa a las obligaciones escolares? La psicóloga Claudia Soto, del programa “Aprender en Familia” de Fundación CAP, propone una entretenida solución: que el juego sea la vía para seguir aprendiendo.
Ella explica que el aprendizaje no ocurre solo al interior de las salas de clases, sino que se da en todo momento y lugar, por lo que llama a los adultos a proponer divertidas actividades para que los niños puedan seguir desarrollando su intelecto y poner en práctica lo aprendido en el año. “Así los niños sienten que existe una conexión entre lo que aprenden y la vida cotidiana, considerándose más capaces de desenvolverse, aportar y participar de diversas experiencias”, sostiene la profesional.
Para aprovechar el juego en, por ejemplo, reforzar habilidades y conocimientos en vacaciones hay varias alternativas. El bachillerato surge como una opción para reforzar el vocabulario, rapidez mental y ortografía aprendida durante el año. También los crucigramas y juegos donde se forman palabras con letras son una excelente manera de fortalecer el lenguaje y otras habilidades cognitivas. Por su parte, clásicos como metrópoli, sudokus o los tan conocidos bingos son una entretenida alternativa para poner en práctica las matemáticas de una forma diferente. La recomendación es ojalá poder compartir estos espacios lúdicos entre niños y adultos. “Durante este periodo se aprovecha de estrechar los vínculos entre padres e hijos, ya que al no haber presiones escolares las rutinas pueden ser más flexibles”, agrega la psicóloga de Fundación CAP.
En los pequeños que todavía no van al colegio también es muy importante fomentarles que jueguen, ya que es la forma que tienen que explorar el mundo, junto con desarrollar sus potencialidades (lenguaje, pensamiento, desarrollo motor, etc.). Así amplían sus conocimientos y experiencias, desarrollan su creatividad, curiosidad y adquieren confianza para vincularse con su entorno y con los demás.
Además, es importante presentarles a los niños opciones de actividades entretenidas al aire libre, que eviten el sedentarismo en el que pudieran caer durante este período sin clases, junto con fomentar las relaciones interpersonales. Invitar amigos, jugar con los vecinos del barrio, llevarlos al parque o visitar a los primos son excelentes alternativas.
Leer, una forma divertida de aprender
Otra actividad lúdica infaltable en vacaciones es leer, por lo que Fundación CAP propone invitar a los niños más grandes a bibliotecas o librerías en búsqueda de un nuevo libro, cómic o cualquier revista de su interés, como una entretenida forma de impulsar la lectura desde el hogar.
La magia de los cuentos se guarda en la memoria como pequeños tesoros. Por eso la psicóloga propone que los padres compartan cuentos con sus hijos desde que son pequeños, leyéndoles en un espacio cómodo y tranquilo, de disfrute. Eso ayuda a desarrollar una relación natural con las palabras, además de ser una excelente instancia para reforzar los conocimientos aprendidos en el jardín o colegio y generar un momento grato para todos.
El programa “Aprender en Familia”, creado y desarrollado por Fundación CAP, ha beneficiado a 28 mil niños y sus familias, de un total de 60 escuelas municipales en las regiones de Atacama, Coquimbo, Metropolitana y del Biobío, desde 2010. Su principal desafío es potenciar el aprendizaje y desarrollo de los estudiantes –en su mayoría con alta vulnerabilidad social– involucrando a sus padres y/o apoderados en su proceso educativo. Con una duración de tres años, es un programa único en Chile. Desde 2016 comenzó a aplicarse en 21 jardines infantiles de las regiones Metropolitana y del Biobío, sumando así a 1.700 niños, de los 6 meses a los 5 años. Contempla el trabajo en tres áreas: Vincular al establecimiento educacional con las familias, capacitar a los apoderados para potenciar sus habilidades parentales y fortalecer las redes de apoyo.