Hasta hace 15 dias atrás, las ideas de Democracia, instituciones que creíamos funcionaban, capacidad de abordar la resolución de las necesidades sociales, estabilidad y orden público parecían ser parte del escenario habitual de la sociedad chilena y constituían el acervo mínimo sobre el cual, suponíamos, se cimentaba la organización del país. Pero tan solo en dos semanas todo este tinglado que estimábamos sólido ha sido puesto en serio riesgo, demostrando una fragilidad sorprendente luego de tres décadas en las que nos ufanamos de ser casi una excepción en el concierto latinoamericano.
¿Qué ocurrió para que la situación de Chile presente un horizonte plagado de incertidumbre?
Ríos de tinta han sido derramados en los medios escritos y digitales, horas y horas de análisis en la Televisión, semanas de reportajes en radios, toneladas de información y debates en redes sociales. Todo para tratar de desentrañar las causas de esta reacción que no estaba en los cálculos de nadie y que ha puesto de cabeza a la sociedad chilena. Para muchos, se rebalso el vaso de las inconformidades de una parte mayoritaria de la ciudadanía que durante años fue acumulando la sensación de ser abusada y excluida del crecimiento y desarrollo del que nos hablaban las cifras macroeconómicas pero que muchos sentían no les llegaban, haciéndoseles cada vez más difícil la vida y el acceso a las oportunidades de mejorar su calidad de vida.
En distintas latitudes sorprende que él, en incontables ocasiones, reseñado ejemplo de crecimiento, estabilidad, reducción de la pobreza y mejora de indicadores de bienestar sufra este proceso tan radical de cuestionamiento de su modelo de desarrollo y del pacto social. Para quienes estamos dentro de la situación no puede ser tan inesperado que haya esta efervescencia, pues muchos hechos daban cuenta de que se venía fraguando desde hace tiempo una severa disconformidad con la situación microeconómica, el desempeño de las instituciones, el quehacer de los hacedores de políticas públicas, todo lo que fue configurando la tormenta perfecta en la que hoy estamos inmersos y de la que no tenemos claridad de como saldremos retomando niveles mínimos de acuerdo que permitan configurar un escenario posible para el país.
Entonces, preservar la Democracia, fortalecer las Instituciones, convocar a un dialogo amplio y sin exclusiones, reestablecer el orden público, canalizar la diversidad de inquietudes y reivindicaciones ciudadanas, aunque nos parezca que todas estas ideas parecen ser de una agenda de los años 80 o 90, en el actual estado de situación, aparecen como bienes absolutamente deseables de conseguir.
Sufrimos un retroceso y esto deja en evidencia la necesidad de no dejar de lado aquello que dejamos de atender por creer que el futuro está asegurado. El dialogo social debe ser permanente.